domingo, 15 de mayo de 2011

Antaño

Antaño, los ejecutores tenían mejor tino. Podías estar tomando café a un lado del director de policía y llegaba un tipo que de un solo disparo mataba a tu acompañante de mesa, escapaba por la puerta principal del Café Florian y ni tú ni nadie salía con un rasguño.
Hoy no puedes estar a dos kilómetros de una balacera sin que a un mamón se le ocurra: Carajo, casi se nos pasa rafaguear la tercera calle.

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